Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R. |
En un artículo del 8 de julio titulado “Informe: documento secreto afirma cooperación nuclear estadounidense israelí”, el periódico israelí Haaretz reveló que el gobierno de Obama comenzará a transferir combustible nuclear a Israel para reforzar las reservas nucleares de Tel Aviv.
Hay una profunda ironía en el hecho de que mientras EE.UU. y algunos de sus aliados amenazan con una acción militar contra Irán por enriquecer uranio, Washington esté eludiendo el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) al ayudar al programa de armas nucleares de Israel, el único país del mundo que efectivamente ha ayudado a otra nación a construir y ensayar un artefacto nuclear.
La saga comienza con una caja de té que llegó a Sudáfrica en 1975.
En pasado mes de mayo el investigador Sasha Polakow-Suransky desveló documentos sudafricanos clasificados que indican que en 1975 el gobierno israelí ofreció vender ojivas nucleares al régimen del apartheid. Funcionarios israelíes trataron aparentemente de bloquear la desclasificación de los documentos, pero fracasaron.
Según el Guardian británico, el entonces ministro de defensa israelí Shimon Peres –el actual presidente– negoció con Pretoria el suministro a Sudáfrica de ojivas para el misil Jericho de Israel. Peres restó importancia al libro de Polakow-Suransky –The Unspoken Alliance: Israel’s Secret Relationship With Apartheid South Africa– porque “sus afirmaciones no tienen base en la realidad”.
Pero según Allister Sparks en Business Day (Sudáfrica), la oferta israelí “de vender ojivas nucleares a Sudáfrica durante el apartheid es casi seguramente correcta, a pesar de desmentidos de personajes claves de ambos países”. Sparks debería saberlo, porque el principal periodista de investigación del Rand Mail, Marvyn Rees, le contó lo que había en esa caja de té.
“Puedo mencionar esto porque las revelaciones corroboran con precisión la información que recibí hace 32 años cuando el difunto Echel Rhoodie, entonces secretario de información, dijo al Rand Daily, donde yo era editor, que él y el general Hendrik van den Bergh, jefe de la Oficina de Seguridad Estatal Sudafricana, habían llevado desde Israel lo que llamó ‘el gatillo’ para una bomba nuclear”, escribe Sparks.
Sparks guardó silencio todos estos años porque había prometido a Rhoodie que no revelaría la conversación y porque temía a la “draconiana Ley de Defensa” que lo hubiera sometido a procesamiento. Pero ya que Rhoodie y el general han muerto, la ley está revocada y la historia revelada, consideró que ya era hora de ‘salir del congelador’.
Según Polakow-Suransky la oferta de la ojiva fracasó porque las partes estaban preocupadas porque el primer ministro israelí Yitzhak Rabin no estaría de acuerdo. Pero Sparks argumenta que la “explicación más probable” fue que Israel ofreció un “gatillo” que era más barato y finalmente más útil a Pretoria porque permitiría que los sudafricanos produjeran sus propias armas nucleares.
Al parecer los israelíes también suministraron tritio a Sudáfrica, un isótopo radioactivo de hidrógeno que realza el poder explosivo de las armas nucleares.
Según Sparks, el general sudafricano y Rhoodie empaquetaron el gatillo en una caja de té y la colocaron en un avión de South African Airways como equipaje de mano.
Peguemos un salto de cuatro años al 22 de septiembre de 1979, cuando un satélite estadounidense Vela 6911, diseñado para detectar ensayos nucleares atmosféricos, que iba sobre el Atlántico Sur 53 minutos después de medianoche hora de Greenwich, cerca de la isla Prince Edward de Sudáfrica, registró el doble destello de la detonación de un arma nuclear. La explosión fue pequeña en comparación con los 15 kilotones de la bomba de Hiroshima, unos 3 kilotones. También fue “limpia”, es decir produjo muy poca radiación, aunque suficiente para que Yodo-131 radioactivo apareciera en los dientes de ovejas australianas y tasmanianas varios meses después.
El Vela y las ovejas no fueron las únicas confirmaciones. La Armada de EE.UU. también registró una señal acústica indicando una gran explosión en el mar o debajo de éste al mismo tiempo y lugar, como el Vela.
El gobierno de Carter trató de encubrir el ensayo pero, según el periodista investigativo Seymour Hersh en “La opción Sansón”, la explosión fue de una bomba conjunta israelí-sudafricana de “neutrones” de bajo rendimiento.
La clave para el ensayo fue el gatillo en la caja de té. Según Sparks, Sudáfrica sabía cómo fabricar un arma nuclear, pero sólo del tipo “pistola”, el mismo diseño de la bomba de Hiroshima. La “pistola” usa un explosivo para disparar una bala de uranio hacia un objetivo de uranio. Cuando convergen, el combustible se vuelve crítico y el arma estalla. Pero aunque el diseño “pistola” es simple y en gran parte a prueba de errores, es demasiado grande y difícil de manejar como para montarlo sobre un misil.
Para una ojiva pequeña o una bomba de neutrones se necesita un “gatillo”, un artefacto explosivo de diseño de precisión que envuelve un núcleo de uranio. Sin embargo los gatillos son endiabladamente complicados y un pequeño error de cálculo en la sincronización resulta en un fiasco. En la serie de ensayos de India y Pakistán en 1998, ambos países produjeron algunos errores de tiro, así como Corea del Norte.
Los israelíes estaban dispuestos a intercambiar un gatillo por algo que necesitaban: ‘torta amarilla’ de uranio, la materia prima para producir combustible nuclear para armas.
Según documentos desclasificados revelados por Polakow-Suransky, Israel también consideraba a Sudáfrica como aliado. En una carta del 22 de noviembre de 1974 al ministerio de Defensa sudafricano, Peres escribió sobre la importancia de la cooperación entre Tel Aviv y Pretoria. “Esta cooperación se basa no sólo en intereses comunes y en la determinación de resistir de la misma manera a nuestros enemigos, sino también en los fundamentos inquebrantables de nuestro odio común a la injusticia y nuestra negativa a someternos a ella”.
En esos díasse criticaba ampliamente a Sudáfrica por sus políticas racistas que negaban la plena ciudadanía a inmensa mayoría de su población.
Aunque Peres niega que Israel haya negociado alguna vez con Sudáfrica, la carta del 22 de noviembre concluye diciendo que espera encontrar a Rhoodie cuando este último visite Israel. Peres hizo la oferta de la ojiva durante una reunión cuatro meses después. Peres –con importante ayuda francesa– fue un personaje clave en el establecimiento de la industria de armas nucleares de Israel.
Los medios de EE.UU. se han concentrado en la acusación sobre la ojiva, mientras ignoran el tema mucho más desestabilizador de la proliferación. Las ojivas nunca se enviaron, pero sí la caja de té, y el resultado fue una explosión nuclear realizada por un régimen renegado. Desde la caída del gobierno del apartheid, Sudáfrica ha renunciado formalmente a su programa de armas nucleares.
Israel se niega a firmar el TNP –por cierto, se niega a admitir que tenga armas nucleares– por lo que no puede comprar uranio en el mercado mundial. El Artículo I del Tratado prohíbe explícitamente el suministro de material nuclear a un país no firmante, lo que convierte a EE.UU. en violador del TNP en el caso de Israel.
Pero en los esfuerzos de Washington por alinear aliados contra China, EE.UU. ha aceptado suministrar combustible a la industria de la energía nuclear de India, a pesar de que India también se niega a firmar el TNP. En teoría, se supone que el uranio estadounidense sólo alimente el sector civil de India, pero en la práctica permitirá que India reoriente todos sus modestos suministros internos de uranio a sistemas de armas. El pedido de Pakistán de un acuerdo similar fue rechazado. Por lo tanto EE.UU. ha dejado de lado sus obligaciones contractuales en función del interés de buscar aliados en Medio Oriente y Asia.
Sparks argumenta que la “colaboración mutua” entre Israel y Sudáfrica “posibilitó que ambos países desarrollaran armas nucleares”. Ahora EE.UU. ha reemplazado a Sudáfrica en la ayuda al arsenal de armas nucleares de Israel –que se calcula en unas 200 ojivas– y al hacerlo ha debilitado el TNP.
Ahora bien, no sólo EE.UU. viola claramente el Artículo I, el Artículo VI del Tratado exige que los Estados miembros acaben con la carrera de las armas nucleares, pero el gobierno de Obama acaba de comprometer 85.400 millones de dólares para la “modernización” de su arsenal nuclear. No es lo que se proponían los creadores del Tratado, aunque tal vez no viole la letra del TNP, ciertamente contraviene su espíritu.
Las acciones de EE.UU. en relación con Israel e India no sólo debilitan el TNP, además convierten en una burla la preocupación de Washington por la “proliferación” y ponen en duda la promesa del presidente Obama de buscar “paz y seguridad en un mundo sin armas nucleares”. Las jugadas de ajedrez diplomáticas ponen en jaque mate un noble sentimiento.
Puede contactarse con Conn Hallinan en: ringoanne@sbcglobal.net
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