viernes, 9 de septiembre de 2011

Argentina - Gobierno y Software Libre, una relación necesaria

Federico Corbière

Telam

 

 

Nada es gratis en la vida. Sin embargo, desde la masificación del uso de las Tecnologías para la Información y el Conocimiento (TIC) existe una idea naturalizada de que todo lo que circula por las redes de Internet es de libre acceso y disponibilidad. Se trate de contenidos o de sistemas operativos.  Lo cierto es que la realidad es otra y que detrás de la pantalla habita un escenario de creadores, programadores y usuarios que interactúan en un complejo esquema económico con modalidades propias y lógicas de funcionamiento cada vez más globales, de tendencia hacia la gratuidad pero con un telón de fondo relacionado a reglas distintas a las pensadas en la era industrial. Software Libre y políticas de Estado, el dilema entre control y libertad.

Sobre esto último, Richard Stallman es una suerte de referente internacional para quienes consideran justa la confrontación con las corporaciones tecnológicas que mantienen en sus códigos fuente cerrados no sólo intereses empresarios, sino el control sobre una posible dinamización del conocimiento que genere horizontalidad y un total acceso a la cultura. Entiéndase: inteligencia aplicada al conocimiento y su puesta a disposición a todos, sobre cualquier tipo de dispositivo.

Desde ese imaginario libertario surgen también caminos intermedios, probablemente alejados de los valores de quien fundara el movimiento del Software Libre, el Proyecto GNU y la Free Software Fundation, en la que se desempeña como principal leadership.

El Software Libre bien utilizado puede generar recursos genuinos, de implementarse políticas de Estado que promuevan su uso. De hecho, el Programa Conectar Igualdad incluye en su sistema operativo herramientas de código fuente abierto para los estudiantes, a diferencia del caso panameño, cuyo plan de promoción sólo es operativo bajo el entorno Windows (Microsoft).

Asimismo, la implementación de modelos asociativos y otras experiencias en ejecución, como la diseñada por la Universidad Nacional del Centro, en Tandil, han reconfigurado bajo un esquema de relación entre gobierno, ciudadanía y empresas, un ejemplo a la vanguardia en innovación, investigación, desarrollo y transferencia tecnológica.

Por otro lado, vale destacar que los programadores no se alimentan de códigos de barras ni de ceros y unos. Por eso resulta claramente confuso entender a todo Software Libre como gratuito. El SL no implica gratuidad, sino la posibilidad de que otro tome un desarrollo pre-existente para mejorarlo ponerlo en dominio público (como Ubuntu) o, tal vez, comercializarlo.

Estos son los desafíos que plantean los debates sobre la apropiación de una cultura libre como política de Estado.

Ahora bien, la cuestión no está en el soporte sino en la plataforma, en la formación ideológica y en la preparación cultural para su uso. Existen hechos aislados con revueltas originadas en redes sociales como las de estudiantes iraníes en 2009 o las absurdas búsquedas de gobiernos, como el británico de David Cameron que promovió bloquear esas redes para evitar disturbios tras los virulentos sucesos de Londres a mediados de agosto pasado, ocurridos luego por la muerte de un joven en una situación represiva.

Qué relación tiene esto el Software Libre. Mucha. La masificación de las redes sociales en las comunidades de franjas etarias jóvenes se corresponde con el abaratamiento y acceso a los teléfonos celulares –que ya equiparan en número a la población mundial–. Y, en particular, por la reciente incorporación de Android, un sistema gratuito de amplia penetración por pertenecer a la omnipresente Google.

Google no vende licencias Android y, por ende, el producto en plaza tiene una tendencia a la baja de costos en mercado. Su estrategia comercial está pensada en publicidad contextual. Ese modelo de negocios novedoso nos obliga a plantear la tensión entre libertad y control. Su software es libre pero no su cultura organizacional que, por su naturaleza empresarial, busca maximizar ganancias y está en etapa de expansión.

Tal vez, en el libre flujo de datos y contenidos está la clave que opera como elemento de ruptura, y en donde se abren instancias de participación ciudadana. Participación y Estados promotores, en lugar de represores, son entonces las mecánicas de contención que deben obrar sobre los artefactos que usamos a diario.

A casi 30 años de la más dura de las batallas políticas y culturales, la ciudadanía argentina está recuperándose de la maldita Doctrina de Seguridad Nacional que se prolongó en democracia con las leyes de impunidad. Tiene una cultura propia ligada a la libertad y no al control (de las redes sociales). Una política de promoción software recién lanzada, e iniciativas de inclusión social a través de planes de conectividad con vocación federal. Para ello, la creación de Software Libre resulta un factor ineludible.

Norbert Wiener, uno de los padres de la cibernética, ya consideraba a mediados del siglo XX, que a mayor grado de información en un sistema habría, no sólo una tendencia al equilibrio, sino a la creación de sociedades más justas y democráticas. Esa utopía es la que guía activistas sociales como Stallman y otros.

Mientras las potencias pierden su tiempo en jugar al T.E.G. (o Plan táctico y estratégico de la guerra) con las redes sociales y diseñan Tratados de asistencia mutua (MLATs) con sus servicios de inteligencia, Argentina parece elegir por la libertad, y elaborar políticas inclusivas en lugar de volver al pasado autoritario.

En primera y en última instancia: Sin Software Libre la cosa no funciona.

Federico Corbière es docente e investigador (IEALC-UBA)

Fuente: http://agendadigital.telam.com.ar/?p=735

 

 

 

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