martes, 15 de abril de 2014

Sanción leve para Moscú

EL MUNDO › LA UE DECIDIO CASTIGAR, PERO NO EN LO ECONOMICO

Reino Unido, Suecia, Polonia y, en menor medida, Francia quieren un endurecimiento de la postura con Rusia. En cambio, Alemania, Italia y España optan por un enfoque más prudente.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Los europeos siguen tambaleándose en la cuerda floja de una imposible posición común mucho más dura frente a Rusia. Los cancilleres de la Unión Europea decidieron ayer en Luxemburgo una nueva batería de sanciones contra Moscú sin tocar, sin embargo, el terreno de la punición económica. Dividida entre mantener un canal de diálogo con Rusia para dar con una salida pacífica al conflicto en Ucrania o apretar el botón de las sanciones más determinantes, Europa continúa a mitad de camino. El canciller francés, Laurent Fabius, advirtió que si las negociaciones de paz que se llevan a cabo este jueves en Ginebra no desembocan en un acuerdo, la UE podría celebrar una cumbre extraordinaria en la cual se impondrían sanciones de mayor alcance. La Europa de la Unión está no obstante dividida: Reino Unido, Suecia, Polonia y, en menor medida, Francia quieren un endurecimiento de la posición de los 28. En cambio, Alemania, Italia y España optan por un enfoque más prudente.

La reunión del jueves en Ginebra entre Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Ucrania busca la punta de la madeja a fin de desactivar una crisis que se agudiza con cada semana. Se hace evidente que la Europa que sopló sobre las brasas alentando la revuelta en Ucrania contra el presidente depuesto Viktor Yanukovich no midió las consecuencias desastrosas que acarrearía su entusiasmo democrático. Hicieron caer a un presidente teledirigido por Moscú, enfurecieron al presidente ruso Vladimir Putin, desencadenaron la partición de Ucrania con la consiguiente anexión de Crimea por parte de Moscú y, encima, activaron un terremoto de reivindicaciones territoriales cuya potencia puede desdibujar el mapa de la región. Adoptar un perfil más guerrero ante Moscú implica también un montón de problemas nuevos, que van desde el desabastecimiento de gas hasta, según las estimaciones oficiales que circulan en la UE, una caída del 0,5 por ciento del PIB de los países de la UE.

El eurodilema quedó perfectamente reflejado con la síntesis del canciller francés: “El objetivo consiste en dar muestras de firmeza y mantener el diálogo abierto”. El problema radica en que Rusia suministra alrededor del 30 por ciento del gas que se consume en Europa, y 15 por ciento de ese gas pasa por Ucrania. La semana pasada, Putin envió una carta a los líderes europeos exigiéndoles que arreglen el pago de 2200 millones de dólares que Ucrania le debe a Moscú por el suministro de gas. El presidente ruso dejó claro que si no se solucionaba esa deuda, la empresa gasífera Gazprom podrían cortar el envío de gas a Ucrania y, por añadidura, a la UE. Si los dirigentes del Viejo Continente incrementan las sanciones contra Rusia, el próximo otoño podría ser mucho más frío que el anterior. En 2009, Moscú había cerrado el envío de gas a Ucrania y ello tuvo un impacto enorme en Europa Occidental.

La Unión Europa habla mucho y cumple poco. Hace poco más de un mes, la Comisión Europa prometió a Kiev una ayuda de 11.000 millones de dólares, pero aún no entregó ni un céntimo. La comisión espera que Kiev cierre un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, un organismo que le plantea condiciones extremas a un país todavía envuelto en una semiguerra y sin un poder político legítimamente constituido. Hasta ahora, Europa prohibió la entrada y congeló los activos de 33 responsables de Rusia y Ucrania. Los cancilleres ampliaron esa lista, pero no especificaron a cuántas personas más. No sin razón, los rusos denuncian “la enorme hipocresía” de Occidente (Serguei Lavrov, ministro ruso de Relaciones Exteriores). Todas las expectativas están puestas ahora en la balanza inestable de las negociaciones cuatripartitas que empiezan este jueves en Ginebra. “No nos hacemos muchas ilusiones, pero vamos a intentar esta primera apertura”, dijo el canciller belga, Didier Reynders. Seguramente, tanto a Moscú como a la UE les conviene un compás de espera en la escalada. Cada parte detenta un arsenal político, energético y económico para perjudicar a la otra y hacer que, todos, terminen en una crisis sin precedentes desde el fin de la Guerra Fría.

 

LOS REBELDES PRORRUSOS CONTROLAN EDIFICIOS OFICIALES EN VARIOS SITIOS DE UCRANIA

EL MUNDO › 

Avance separatista en más ciudades del Este

Horlivka es la última urbe en la que las instituciones del Estado han pasado a manos de los manifestantes. Los ultimátum de Kiev fueron ignorados y el gobierno ucraniano pidió apoyo militar de la ONU.

 Por Kim Sengupta *

Desde Horlivka

El oficial Nicolai Kochergin se quedó mirando el teléfono durante unos segundos antes de contestarlo. “Se trata de un accidente –se encogió de hombros, poniendo la mano sobre el micrófono–, no todo el mundo sabe lo que está pasando aquí.” Luego se sentó y comenzó a tomar nota de los detalles de la persona que llamaba.

En un pasillo corto, la zona de recepción de la comisaría estaba cubierta de vidrios rotos. Los archivos estaban esparcidos por el suelo, una computadora estaba tirada en el piso rodeada de piedras que habían destrozado todas las ventanas, delanteras y traseras. Un montón de hombres con pasamontañas estaban planeando una marcha hacia la oficina del alcalde; unos seis oficiales de uniforme azul parecían agotados, algunos tirados en sillas, otros apoyados contra la pared.

Esta era la escena en Horlivka, la última ciudad de una decena en la que las instituciones del Estado han pasado a manos de los separatistas prorrusos; como dominós cayendo en la parte este de Ucrania, con un gobierno aparentemente impotente en Kiev emitiendo ultimátum tras ultimátum ignorados por los hombres armados, que ahora pasan por una buena racha.

El presidente interino del país, Oleksandr Turchynov, acusó ayer a los agentes de policía de la región de ser “lamentablemente incapaces de proteger a los ciudadanos de Ucrania y de combatir las manifestaciones de terrorismo y el separatismo”. Esto, según él, era porque habían sido reclutados por Viktor Yanukovich, el presidente derrocado en el levantamiento que comenzó en el Maidan. Mykola Velichkovych, el viceministro del Interior, se hizo eco: “En el Este ya hemos visto numerosos actos de sabotaje cometidos por la policía, nos han defraudado”. Sin embargo, el gobierno de Kiev sigue hablando agresivamente, como lo hizo mientras perdía Crimea –territorio que se anexó a Rusia en marzo–: varios ministros han anunciado que una “operación antiterrorista” estaba en marcha. No se vio ningún signo evidente de eso, sino que, uno supone, ésa es la naturaleza de algunas de estas misiones.

Hubo informes de que un convoy de la Guardia Nacional, la fuerza formada con un núcleo de manifestantes del Maidan, el centro de la revuelta que llevó al gobierno de Kiev al poder, estaban en camino desde la capital. No queda claro, sin embargo, cuánta fe tiene Turchynov en sus tropas. Según su sitio web oficial, el presidente ucraniano telefoneó al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para pedir que el cuerpo de paz de la ONU mantenga “operaciones antiterroristas conjuntas” con sus fuerzas. Uno puede suponer que Turchynov no tiene mucha idea de lo que los pacificadores de la ONU hacen exactamente. En todo caso, el veto de Rusia en el Consejo de Seguridad echaría por tierra cualquier misión que no le guste al Kremlin.

Moscú también estaba considerando una apelación. Provenía de los separatistas que se habían apoderado de la estación de policía de Slovyansk. Ellos buscaban la protección de las fuerzas armadas de Ucrania. La protesta en la ciudad todavía tiene que enfrentar cualquier ataque de Kiev, que puede llegar. La única muerte hasta el momento había sido de un oficial de las fuerzas especiales de Ucrania, al que el domingo le dispararon separatistas armados, en lo que fue el primer enfrentamiento armado de la confrontación.

A pesar de las críticas de Turchynov sobre la policía heredada de Yanukovich, los oficiales en Horlivka resistieron durante mucho tiempo contra una multitud con varios cientos de hombres enmascarados en la vanguardia. El jefe de la estación, Andrei Krischenko, estuvo personalmente involucrado en una pelea con un joven que intentaba levantar la bandera rusa en un balcón. El manifestante cayó al suelo, según sus amigos, con el cuello roto.

El comandante Krischenko también se lesionó (sufrió cortes en la cabeza) y fue llevado en una ambulancia. “Permitimos que eso sucediera, él no estaría herido”, dijo más tarde Andrei, uno de los líderes separatistas dentro de la estación. “Somos hombres disciplinados, pero la multitud afuera estaba muy enojada, realmente no se podía culparlos después de lo ocurrido: lo habrían ahorcado si lo atrapaban.”

Al jefe se le había pedido varias veces en las últimas 24 horas que cambiara de bando con sus hombres o entregara la estación, pero se negó a hacer cualquiera de las dos cosas. ¿Era corrupto o ineficiente, poco popular con los residentes? “El jefe anterior, Panaichik, era realmente corrupto, pero este hombre sólo ha estado aquí dos semanas, enviado por Kiev”, dijo Andrei. ¿Era considerado un agente de la nueva administración? “No tenemos ninguna prueba de ello. Al final, le pedimos que se uniera a la gente o simplemente que se fuera, y él se negó. Así que tuvimos que tomar acción directa.”

Los manifestantes pro Moscú afirmaron que varios policías ya se han unido a ellos. Los que estaban adentro no se veían muy entusiasmados, pero negaban firmemente que hubieran sido coaccionados. La elección del oficial Kochergin era bastante simple: “Yo soy parte de un equipo que coordina en la zona; estamos aquí para atender las llamadas, cualquiera sea la situación política. Las personas dependen de nosotros, no podemos defraudarlas. Voy a seguir trabajando mientras me lo permitan”.

¿Qué les depara el futuro a él y a sus compañeros de trabajo? “Realmente no lo sé, no tenemos idea de lo que pasa en Kiev...” En ese momento, un hombre vestido de civil informal entró y le dio instrucciones de no decir nada más. El hombre me dijo, muy educadamente, que el oficial tenía que seguir con sus tareas, “hay mucho trabajo por hacer”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.