miércoles, 12 de enero de 2011

EE.UU. es el número uno en el autobombo

Combatientes por la libertad de un imperio que se desvanece

Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Introducción del editor de Tom Dispatch

¿Podéis creer que, en ciertos círculos, el apoyo a la obesidad se está convirtiendo en un derecho básico estadounidense (como en “la libertad para ser…”) y en una posición política? Como diversos vulgares disc jockeys en la radio y la televisión, Sarah Palin ha estado atacando la iniciativa contra la obesidad de Michelle Obama como otro ejemplo del “Estado paternalista enloquecido”, (¡Basta para hacer que uno hiperventile en el sofá mientras mira reediciones de Law and Order!) Mientras tanto, el gobernador de Pensilvania, Ed Rendell, embiste contra la Liga Nacional de Fútbol por haber postergado un juego entre Filadelfia y Minnesota debido a una inminente tempestad de nieve. “Nos estamos convirtiendo en una nación de debiluchos”, vociferó. (¡Basta para hacer que uno escriba y twittee una tempestad desde ese mismo sofá!)

Surge una pregunta: ¿No tienen nada mejor que hacer? Quiero decir, ¿no hay unos pocos problemas más agudos en nuestro mundo estadounidense, como la decadencia y el derrumbe de casi todo? Tomemos las fuerzas armadas de EE.UU., sobre las cuales –como señala el colaborador regular de Tom Dispatch y teniente coronel retirado William Astore– los presidentes estadounidenses (y el resto de nuestra hueste política) nunca pueden encontrar suficientes cosas hiperbólicamente elogiosas que decir. Bueno, se supone que los malos tiempos son buenos para el reclutamiento militar. Pero incluso si una inundación de gays y lesbianas se alistara en cuanto Do ask, I'll tell se convierta en política oficial, hay otros impedimentos a largo plazo para producir una fuerza combatiente efectiva.

En abril de 2010, por ejemplo, un grupo de altos mandos retirados y otros publicaron un informe en el que afirman que un 27% de los estadounidenses entre 17 y 24 años están “demasiado gordos para combatir”. “En sólo 10 años, la cantidad de Estados que informan de que un 40% de sus jóvenes entre 18 y 24 son obesos o tienen sobrepeso aumentó de uno [Kentucky] a 39.” Pero no es motivo suficiente para concentrarse en eso. Después de todo, fue el año pasado.

Precisamente cuando terminó el año, sin embargo, la Fundación para la Educación publicó un informe que indica que cerca de un cuarto de todos los postulantes a las Fuerzas Armadas, a pesar de tener un diploma secundario, no logran pasar el examen de ingreso. No hablamos de Becas Rhodes, sino de no tener “las capacidades de lectura, matemáticas, ciencia y solución de problema” para convertirse en un soldado genuino del ejército de EE.UU. Hablamos de algo básico que, según el portavoz de la Fundación para la Educación, “hace que también sea probable que los hombres y mujeres que no pasan esa prueba [tampoco] estén preparados para la fuerza laboral civil.”

El mes pasado, como para subrayar la seriedad del problema, los estudiantes de Shanghai se calificaron en el número uno del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes, una prueba muy respetada de lectura, ciencias y matemáticas hecha a estudiantes de 15 años en 65 países. Los estudiantes estadounidenses quedaron en un glorioso puesto 17 en lectura, 23 en matemáticas y 31 en ciencias. En su artículo de hoy, Astore pregunta si las fuerzas armadas de EE.UU. son realmente “la mejor fuerza combatiente de la historia del mundo”. Luego hay otra pregunta: ¿Es posible, en nuestros días, que alguien pueda llamar a EE.UU. la mejor nación del mundo y mantener una cara seria? ¿La más gorda? Tal vez, aunque algunas islas del Pacífico nos superan en ese honor. ¿La menos educada? Todavía no, pero vamos por ese camino. Tal vez sea hora de que el Congreso lance un Programa de Ninguna-Nación-Quede-Atrás para nosotros. Piensa en ello mientras te comes esos s’mores [emparedado de galletas, chocolate y caramelos] que promueve Sarah Palin. Tom

Combatientes por la libertad de un imperio que se desvanece

EE.UU. es el número uno del autobombo

William Astore

Las palabras importan, como dijo el candidato Barack Obama en la campaña electoral de 2008. ¿Cómo hemos entender, entonces, las palabras de aliento del presidente Obama durante el pasado mes a los soldados de EE.UU. en Afganistán alabándolos como “la mejor fuerza combatiente que el mundo ha conocido”? Ciertamente sabía que esas palabras resonarían estupendamente, tanto frente a los soldados como ante la gente en sus casa.

En realidad ese tipo de descripción de los militares de EE.UU. se ha convertido en algo parecido a un deber para los presidentes estadounidenses. El predecesor de Obama, George W. Bush, por ejemplo, alardeó de esos militares alternativamente como “la mayor fuerza por la libertad en la historia del mundo” y “la mayor fuerza por la liberación humana que el mundo ha conocido”. Declaraciones hiperbólicas y autobombo, desde luego, pero indudablemente sinceras, que reflejan un sentido estadounidense de excepcionalidad que se ajusta mal al mundo cada vez más interconectado del Siglo XXI.

Soy oficial retirado de la Fuerza Aérea de EE.UU. e historiador y profesor de historia militar. Mi parte intelectual simpatiza con el sentimiento de nuestros soldados como combatientes sin igual y liberadores desinteresados, pero el historiador que hay en mí disiente.

Comencemos con la parte combatiente de la ecuación. ¿Somos verdaderamente la más grandiosa fuerza combatiente del mundo, no sólo en este momento, sino en comparación con todas las fuerzas armadas a lo largo de la historia? Si fuera así, ¿en qué se basa esa afirmación? ¿Y qué sugiere esa retórica triunfalista no sólo respecto a nuestro narcisismo nacional, sino sobre las prioridades de Washington? Hay que considerar que ningún político dirigente de EE.UU. piensa en alardear de que tengamos el mejor sistema educacional o sistema de atención sanitaria o políticas medioambientales “que el mundo haya conocido”.

Medidas en términos de puro poder destructivo, y en nuestra capacidad de proyectar ese poder en todo el globo, las fuerzas armadas de EE.UU. son ciertamente la “mejor” fuerza de combate. Nuestro arsenal nuclear sigue siendo insuperable. Nuestras fuerzas aéreas dominan los cielos (incluyendo las fuerzas de los portaaviones, la armada de helicópteros artillados del ejército, y la flota de drones de la CIA que libra una guerra “secreta” en Pakistán). Nuestra Armada (“una fuerza global por el bien”, según su nueva consigna) controla los mares, todavía más que Gran Bretaña hace un siglo. Y evidentemente tenemos que controlar los cielos y los mares, considerando el billón [millón de millones] de dólares que gastamos cada año para lograr nuestra visión de “dominación del espectro completo”.

Pero esa impresionante capacidad de ejercer “alcance global, poder global” no llega a convertirnos en la mejor fuerza militar de todos los tiempos. Después de todo, “la mejor” no debería medirse sólo por su fuerza y su alcance. Primero y ante todo, por cierto, los resultados favorables deben compararse con la calidad de los oponentes en cuestión. Para utilizar una analogía deportiva, no llamaríamos a los Pittsburgh Steelers “el mejor equipo de la historia de la NFL” simplemente porque aniquilaron a Penn State en el fútbol. De la misma manera, no podemos medir el éxito de las fuerzas armadas sólo en términos de “victorias” sorprendentemente rápidas (aunque sean cada vez más costosas y en última instancia, funestas) sobre los talibanes en el año 2001 o sobre las fuerzas iraquíes de Sadam Hussein en 2003.

Para llevar un poco más lejos la analogía con el fútbol, se podría preguntar cuándo nuestra “mejor fuerza combatiente” tuvo su última victoria en el Super Bowl. Ciertamente 1918 y 1945 (Primera y Segunda Guerra Mundial) se califican como victorias semejantes, aunque hayan formado parte de coaliciones más amplias; en 1953 (Corea) llegó a un punto muerto frustrante; en 1973 (Vietnam) fue una derrota desmoralizadora; en 1991 (Tormenta del Desierto en Iraq) fue una victoria claramente defectuosa; y actuaciones como las de Granada, Panamá o Serbia fueron más parecidas a escaramuzas. Es posible que nuestra mayor victoria, la de la Guerra Fría, no se lograse realmente por medios militares, sino por el poder económico y la experiencia tecnológica.

Dicho sin rodeos: los soldados de EE.UU. son profesionales tenaces e inflexibles, ¿pero la mejor fuerza combatiente de todos los tiempos? Perdone ¡señor!, no ¡señor!

¡Somos número uno!

A menudo parece que los estadounidenses viven en un ahora eterno, lo que hace más fácil que se pueda alardear de que nuestras fuerzas armadas son las mejores de todos los tiempos. La mayoría de los historiadores, sin embargo, no están tan atados a la retórica nacionalista o al presente perpetuo. Si me pidieran que identificara a la mejor fuerza combatiente en la historia, mi reacción –y no creo que esté solo en ello– tendría que preferir a pueblos e imperios que existieron sólo para la guerra.

Vienen de inmediato a la mente algunos ejemplos: los asirios, los espartanos, los romanos, los vikingos, los mongoles y los nazis. Esos pueblos colocaron a sus respectivas fuerzas armadas y sus hazañas por encima de todo lo demás. No es sorprendente que fueran sanguinarios e implacables. La ambición ilimitada de los objetivos imperiales los condujo a menudo a notables hechos de armas a un precio desmesurado y a veces difícil de sostener. Sí, los espartanos derrotaron a los atenienses, pero esa lucha mutuamente mortífera abrió el camino para la desaparición de las ciudades-Estado independientes griegas a manos de Felipe de Macedonia y su hijo Alejandro (que pronto fue conocido como “Magno”.

Sí, los romanos conquistaron un imperio, pero uno de sus propios historiadores, Tácito, puso en boca de un jefe celta esta descripción de lo que significaba ser beneficiario de la “liberación” romana:

“No se puede escapar a la tiranía de los romanos mediante algún acto de sumisión razonable. Esos bandidos del mundo han agotado la tierra con su rapacidad, de manera que ahora saquean el mar. Cuando su enemigo es rico, ansían riqueza; cuando su enemigo es pobre, ansían poder. Ni Oriente ni Occidente satisfacen su hambre. Son únicos en la humanidad en la medida en que codician por igual a ricos y pobres. A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman por mal nombre gobernar y donde crean un desierto, lo llaman paz.”

Hablemos de amor cruel

Indudablemente los romanos cuentan como candidatos para ser “los mejores militares” de todos los tiempos. Conquistaron a muchos pueblos, se expandieron lejos y controlaron vastas áreas del Mediterráneo, el Norte de África y lo que llegó a ser Europa, mientras sus legiones marchaban durante siglos, a menudo hacia la victoria (para no hablar de saqueos). No obstante, es seguro que la medalla de oro para el mayor imperio terrestre de la historia –y la mejor fuerza combatiente de todos los tiempos– corresponde a los mongoles del Siglo XIII.

Dirigidos por Genghis Khan y sus sucesores, los jinetes mongoles conquistaron China y el mundo islámico –las dos civilizaciones más poderosas y avanzadas de aquel tiempo– y también ejercieron control sobre Rusia durante dos siglos y medio. Y gracias a una combinación de excelencia militar, ingeniosas estratagemas, rapidez a pie (y más importante, a caballo), flexibilidad, y cuando era necesario extrema ferocidad, hicieron todo esto mientras generalmente estaban en inferioridad numérica con respecto a sus enemigos.

Sin embargo, incluso el poder de combate de las mejores fuerzas armadas aumentó en intensidad y se desvaneció, en parte según la calidad de sus dirigentes. Los macedonios florecieron con Felipe y Alejandro. Galia no fue conquistada simplemente por Roma, sino por Julio César. Los mongoles se mataban entre ellos hasta que Genghis Khan los unificó en una máquina militar incontenible que cubrió todo un continente. El pueblo revolucionario de Francia en su famosa levée en masse tuvo fervor marcial, pero sólo Napoleón le dio dirección. Las mejores fuerzas combatientes de la historia están estrechamente asociadas con los principales comandantes de la historia.

Hay que comparar eso con las fuerzas armadas estadounidenses de la actualidad. El general David Petraeus es ciertamente un oficial exitoso que muestra una envidiable maestría del detalle y un poderoso sentido político de cómo manejar a Washington, ¿pero es un Genghis Khan? ¿Un Alejandro? ¿Un César? Incluso “Rey David”, como ha sido llamado tanto por sus admiradores como por más de unos pocos detractores, podría sonrojarse ante semejantes comparaciones. Después de todo, a la cabeza de la fuerza más poderosamente destructiva, ni en Oriente Medio ni después en Asia Central logró victorias totales ni conquistó nada. Todavía puede suceder que su triunfo en Iraq en 2006-2007 resulte más “confeccionado” que convincente.

En cuanto a nuestras fuerzas armadas, aunque la mayoría de los estadounidenses no lo sabe, existe mucha crítica dentro de los círculos militares de EE.UU. contra un cuerpo de oficiales de “mandamases deslucidos” cuya profesionalidad es deficiente; de generales más preocupados de proteger sus traseros que de dirigir desde el frente; de instrucción en las academias militares divorciada de las realidades de la guerra; de una aversión “a la innovación o creatividad… [que conduce a] una atmósfera de “anti-intelectualismo” que debilita la estrategia y hace picadillo los esfuerzos de contrainsurgencia. Por cierto, la crítica acerba de sí misma es una de las pocas señales positivas de una fuerza combatiente que de por otra parte está sobre-extendida, profundamente frustrada y ridículamente alabada en exceso por los políticos posternados.

Por lo tanto, lo siento, presidente Obama. Si quiere dirigirse a la mejor fuerza combatiente que el mundo ha conocido, necesitará una máquina del tiempo, no [su avión] Air Force One. Tendrá que quitarse su chaqueta de vuelo de cuero suministrada por la Fuerza Aérea y colocarse una armadura mongol. Y al hacerlo, tendrá que abrazar actitudes mentales y un modo de vida terriblemente incompatible con la democracia y los derechos de la humanidad tal como los entendemos actualmente. Porque es el precio que se paga para crear una fuerza combatiente sin igual –y un motivo por el cual nuestros políticos deberían dejar de insistir en que la poseemos.

“La mayor fuerza por la liberación humana”

Hace dos siglos Napoleón condujo a sus ejércitos fuera de Francia y llevó “libertad, igualdad, y fraternidad” a gran parte del resto de la Europa del antiguo régimen –pero bajo sus condiciones y a través del cañón de un mosquete-. Su invasión de España, por ejemplo, se vio como cualquier cosa, pero no la vieron como una “liberación” los españoles, que lanzaron una feroz campaña de guerrillas contra los ocupantes franceses que agotó la fuerza del imperio de Napoleón y la que era generalmente considerada como la mejor fuerza combatiente de su época. La ayuda británica a la insurgencia ayudó a asegurar que esa campaña se convirtiera en la “úlcera española” de Napoleón.

El “Pequeño Cabo” terminó por decidirse a atacar indirectamente a los británicos invadiendo Rusia, que se negaba a imponer el denominado bloqueo continental de Francia. Mientras el ejército de Napoleón se desangraba o se congelaba en las nieves de un invierno ruso, prusianos y austríacos encontraron nuevos motivos para rechazar la “fraternidad” francesa. Después de años el imperio de Napoleón fue derribado y destruido, una suerte compartida por su líder, enviado al ignominioso exilio en la isla Santa Elena.

Como las entusiastas tropas de Napoleón, los militares estadounidenses también piensan que están involucrados en una misión para difundir la democracia y la libertad. Afganos e iraquíes, sin embargo, han mostrado que están aún menos ansiosos de ser “liberados” a punta de cañón [o de misil “Hellfire”) que los españoles de hace dos siglos, incluso si los liberadores llegan con regalos, que en los términos actuales significan la promesa de carreteras, puestos de trabajo, “reconstrucción” o incluso paladas de dinero.

Nos cuesta, a los estadounidenses, imaginarnos como otra cosa que liberadores bienintencionados porque nos creemos nuestros propios comunicados de prensa. Como dice el periodista Nir Rosen: “Existe… un profundo sentido entre la gente en el mundo político [estadounidense], en las fuerzas armadas, de que somos los buenos. Simplemente dan por cierto que lo que hacemos tiene que ser correcto porque somos nosotros los que lo hacemos. Somos el país excepcional, la nación esencial, y nuestro papel, nuestra intervención, nuestra presencia, es una cosa benigna y benéfica.”

Al informar sobre nuestras guerras en Iraq y Afganistán, Rosen y otros han presentado pruebas irrefutables, para los que se interesen por considerarlas, de que nuestras intervenciones en el extranjero han sido cualquier cosa menos benignas y benéficas, y menos aún liberadoras. Nuestra invasión de Iraq allanó el camino a la guerra civil y el caos. Para muchos iraquíes de a pie, cuando la intervención estadounidense no produjo muerte, destrucción, desplazamientos y exilio, generó “profunda humillación y perturbación” así como constante miedo, una situación que, como señala Rosen, es “dolorosa, humillante y temible”.

Rosen señala que en Afganistán la mayoría de los aldeanos ven que nuestros soldados hacen causa común con un gobierno despreciado y depredador. Las inmensas transfusiones de dólares estadounidenses, mientras tanto, raramente llegan al ámbito de la aldea y en vez de llegar promueven los intereses de señores de la guerra afganos y negocios extranjeros. No es sorprendente que, más de nueve años después, la mayoría de los afganos diga que quieren ser liberados de nosotros.

Si las fuerzas armadas de EE.UU. no son “la mayor fuerza por la liberación humana” en toda la historia, ¿quiénes lo serán? Es revelador que sea mucho más fácil identificar a la mejor fuerza combatiente de la historia. Si me presionan, sin embargo, destacaría las ideas e ideales de dignidad humana, de igualdad ante la ley, del valor fundamental de cada y todo individuo, como la mayor fuerza por la liberación humana. Ideales semejantes son compartidos por muchos pueblos. A veces podrán defenderse mediante la espada, pero fueron inscritos por las plumas de grandes moralistas y pensadores del pasado colectivo de la humanidad. En este sentido, cuando hablamos del progreso de la libertad, la pluma ha sido evidentemente más poderosa que la espada.

Combatientes por la libertad de un imperio mortecino

El historiador John Lukacs señaló: “Hay muchas cosas equivocadas en la idea internacionalista de 'Hacer el Mundo Seguro para la Democracia', y una de ellas es que no es tan diferente de la idea nacionalista de que 'Lo que es Bueno para EE.UU. es Bueno para el Mundo'.”

En nuestro mundo posterior al 11-S, sea cual sea nuestra retórica sobre la democratización del planeta, nuestras ambiciones están guiadas por el objetivo aparentemente obstinado de proteger a los estadounidenses contra el terrorismo. Sin embargo, una guerra global contra el terrorismo ha resultado cualquier cosa pero no consecuente con la expansión de la libertad en el interior o en el extranjero. Por cierto, la narrativa seductora y autocomplaciente de nuestras tropas como liberadores desinteresados y los mejores combatientes por la libertad que existen nos ciega en realidad ante nuestros métodos violentos en países lejanos, incluso mientras nos distancia de los costes humanos de nuestras políticas imperiales.

Aunque oficialmente tratamos de extinguir a los terroristas, nuestras acciones en el extranjero sirven de obvios aceleradores del terror. Para comprender el porqué, hay que preguntarse ¿cuán reconfortado se sentiría uno si unos “liberadores” militares extranjeros rompieran su puerta a patadas, gritaran órdenes en un lenguaje que no se comprende, confiscaran sus armas, arrastraran esposados y encapuchados a su padre, sus hermanos e hijos a sitios desconocidos, todo en nombre de operaciones “contra el terror”? ¿Cuán reconfortado te sentirías si los drones volaran constantemente sobre tu cabeza prestos para lanzar misiles Hellfire contra “objetivos oportunos” terroristas en tu vecindario?

Más vale no considerar realidades tan duras. Más vale elogiar a nuestros soldados como si fueran otros tantos Mahatma Gandhi, otros tantos combatientes por la libertad. Más vale elogiarlos como si fueran otros tantos Genghis Khan, otros tantos guerreros insuperables.

En tiempos de temor de decadencia nacional, nuestros dirigentes prescriben indudablemente acción militar en parte para reconfortarnos (y reconfortarse) y restaurar nuestro sentido de potencia y orgullo. Al hacerlo, violan la famosa frase asociada desde hace tiempo con el juramento hipocrático: Lo primero es no hacer daño.

William J. Astore es teniente coronel retirado (del ejército de EE.UU.), que colabora habitualmente con TomDispatch. Ha dado clases en la Academia de la Fuerza Aérea y en la Escuela de Posgraduados Navales, y en la actualidad enseña Historia en la Facultad de Tecnología de Pensilvania. Puede contactarse con él en: wjastore@gmail.com

Copyright 2011 William J. Astore

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175337/tomgram%3A_william_astore%2C_we%27re_number_one_%28in_self-promotion%29/#more

martes, 11 de enero de 2011

Las cinco guerras en Latinoamérica para 2011, según ICG/Foreign Policy

Alfredo Jalife-Rahme Tras esbozar la anatomía patológica del poderoso conglomerado propagandístico George Soros/ICG/Foreign Policy (FP) /Gideon Rachman (Ver Bajo la Lupa, 2 y 5/1/11), resulta más sencillo entender los alcances de sus 16 guerras programadas para las turbulentas tensiones de 2011 y más allá, entre las cuales destacan cinco en Latinoamérica (LA): Colombia (¡supersic!), Guatemala, Haití, México y Venezuela.

Es nuestra hipótesis operativa que las 16 guerras programadas para 2011 forman parte de la agenda de la banca israelí-anglosajona para intentar, primero, resarcir sus pérdidas bursátiles, luego perpetuar la captura de las materias primas globales con enfoque multidimensional y, finalmente, abatir la demografía ajena.

Llama la atención la incrustación a la agenda nihilista global de FP/ICG de cinco países de LA que, a nuestro entender, está diseñada para detener el impulso del flamante BRICS (acrónimo renovado de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; Bajo la Lupa, 26/12/10), controlar el Mar Caribe (ver Contralínea, Radar geopolítico, 21/2/10), y limpiar el patio trasero de EU desde México, pasando por Centroamérica –de allí la incorporación de Haití y Guatemala, tras el exitoso golpe militar, con máscara democrática, inducido por EU en Honduras contra el bloque ALBA–, hasta Colombia y Venezuela.

No es gratuito que dos días después de la proclama de sus 16 guerras (28/12/10) y dos días antes del ascenso al poder de Dilma Rousseff, la primera presidenta en la historia de Brasil, FP haya empezado a escarbar (sic) los detritos (¡supersic!) de sus secretos marxistas y guerrilleros (Taylor Barnes, 30/12/10).

Pese a la supuesta abnegación de obediencia ciega de Colombia a los dictados de EU, ¿por qué se volvió súbitamente desechable?

Pese al Plan Colombia, de matriz operativa estadunidense, algo sucedió en los caños y desagües del poder global para que la banca israelí-anglosajona amenace arrojar a Colombia que está recuperando su identidad sudamericana cuando ostenta, entre otras virtudes, un futuro brillante –si sabe explotar su calidad superestratégica de único país biocéanico del cono sur.

A juicio de FP/ICG –que exhibe su alianza nada sorprendente con Castañeda Gutman y Zedillo–, su nuevo presidente Juan Manuel Santos, quien piensa reubicar a 4 millones de desplazados, sorprendió con sus audaces reformas para desarraigar las causas de 46 años de conflicto civil contra los rebeldes izquierdistas.

Santos ha reparado (sic) las relaciones con sus vecinos Venezuela y Ecuador –motivo, a nuestro juicio, más que suficiente para desestabilizar a Colombia cuando su Suprema Corte ha puesto en tela de juicio la legalidad de la instalación de las siete bases militares de EU que han perturbado a la Unasur.

FP/ICG sobredimensiona las 8 mil tropas armadas y quizá 16 mil seguidores de las FARC que están a punto de reiniciar su terror en las grandes ciudades o adoptar un escenario opuesto: negociar con el gobierno en los meses que vienen. ¡Cómo saben tanto! ¿Pues no que Uribe había aniquilado a las FARC?

Lo más relevante: Nuevos grupos armados ilegales han pululado para capturar el tráfico de drogas y sus rangos son llenados con anteriores combatientes paramilitares, quienes son ampliamente responsables de la creciente violencia urbana cuando la tasa de homicidios superó 100 por ciento en Medellín”. ¿A quién conviene resucitar la plaza de Medellín?

FP/ICG teme más a los nuevos grupos paramilitares y deja un mensaje claro para Santos, quien ha colaborado con sus homólogos de Venezuela y Ecuador para incrementar la vigilancia fronteriza (¡pecado capital!): mucho (sic) está en manos del gobierno –lo cual se interpreta en la maniquea hermenéutica bushiana : o Santos está con el Plan Colombia de EU o está contra EU y en favor de Venezuela y Ecuador. ¿Llegará a ese grado Obama, quien, según Lula, no ha cambiado nada en LA?

La fobia del israelí-venezolano Moisés Naim, editor en jefe del FP y miembro conspicuo de ICG, es incoercible hacia Chávez. En los próximos 12 meses, Chávez llevará a los extremos su marca de socialismo del siglo XXI, cuando las bandas callejeras aliadas al gobierno están dispuestas a defender su revolución con Kalashnikovs.

La nueva legislatura es irrelevante (sic) cuando Chávez ha consolidado el control sobre los militares y la policía y ha capturado más empresas privadas, mientras la violencia ha aumentado en forma dramática en las zonas urbanas. Se valen las rudezas estadísticas con piruetas per capita: casi 19 mil homicidios en 2009 en una población de 28 millones.

Ahora resulta que Venezuela “se convirtió en un corredor (sic) importante de narcotráfico y se ha vuelto hogar (sic) de cárteles domésticos y foráneos”. ¡Apareció el peine!

Al no haber podido derrocar a Chávez, quien controla las mayores reservas de hidrocarburos del planeta, ahora la banca israelí-anglosajona extiende su guerra contra las drogas desde México/Guatemala, pasando por Colombia, hasta la profundidad de la Faja del Orinoco.

Sobre México expectora (en resumido) lo mismo que Stratfor, centro de pensamiento texano-israelí –quien duda de la victoria militar de Calderón y confiesa la venta de armas por Israel a los cárteles de la droga mexicanos (lo cual oculta FP/ICG). Una perla: “Ciudad Juárez […] compite con Caracas como la ciudad más letal del mundo”. De eso se trata, ¿o no?

La guerra de las drogas de México ha enviado ondas de choque a través de LA (¡supersic!) y ha alcanzado Guatemala, prácticamente un Estado fallido, donde las elecciones presidenciales en agosto exhiben su polarización con 20 candidatos sin un puntero visible, una “incertidumbre que los cárteles explotan muy bien”. ¡Lo que le espera a Guatemala!

A Haití le llueve sobre mojado: Al borde de una explosión social y en medio de alegatos de fraude (¿será?), la segunda vuelta presidencial en enero ha excluido en forma injusta a varios candidatos. Si el terremoto aniquiló a 300 mil haitianos, ¿cuántas víctimas cobrará la violenta limpieza política un año más tarde?

En síntesis, las cinco guerras de LA son civiles, aunque más específicamente cuatro pertenezcan al género de guerra contra las drogas –el vellocino de oro de la desestabilización por EU, como lo ha sido su hollywoodense guerra contra el terror islámico–, que parece no tener solución, como confiesa cándidamente FP/ICG: “Mientras EU sea el mayor mercado de drogas en el mundo y en tanto sus consumidores soliciten su producto, los cárteles mantendrán la fluidez de su abastecimiento”. ¡Ni hablar!

Al menos que se busquen limpiezas políticas aviesas, sumadas de balcanizaciones y vulcanizaciones depredadoras con captura simultánea de los hidrocarburos y de las joyas estratégicas de LA, ¿no podría EU moderar y hacer menos violenta su patológica adicción unilateral vendiendo menos armas letales que causan tanta carnicería humana, aunque gane un poco menos la banca israelí-anglosajona, quien desconoce la compasión?

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/01/09/index.php?section=opinion&article=012o1pol

Chile / mapuches: la "resistencia" más antigua de América Latina

Valeria Perasso

Son la resistencia de más larga data de América Latina.

Los mapuches enfrentaron con ferocidad al conquistador español y, más de cinco siglos después, siguen en pie de guerra reclamando lo que consideran propio: las tierras de sus ancestros, hoy en manos del Estado, particulares o empresas privadas.

Casa en Temucuicui. Foto: Valeria Perasso

Los mapuches quedaron confinados en 5.000 km cuadrados.

En Chile, los mapuches fueron dueños de unos 100.000 km2 del territorio y, en el devenir de la historia, quedaron confinados en sólo 5.000 km2, un 5% de lo que tenían. Su batalla, entonces, es por recuperar las tierras perdidas.

El enfrentamiento por demanda de este pueblo, la etnia originaria más numerosa del país, ha recrudecido en las últimas décadas.

El conflicto muestra una grieta en la sociedad chilena y, para algunos, es una mancha negra en materia de defensa de los derechos humanos.

La década que acaba de terminar dejó tres jóvenes activistas mapuches muertos, junto a 40 actualmente detenidos, otra veintena con causas judiciales en marcha y 400 inculpados en torno al conflicto, según distintas organizaciones sociales.

clic ¿Cuál es la solución? Opinan los protagonistas del conflicto

Zona caliente

Tierras en disputa

  • Cuando Chile era colonia española, los mapuches ocupaban unos 100.000 km2 (10 millones de hectáreas) en la región centro-sur del país.
  • Desde fines del siglo XIX, y en particular con la campaña de Pacificación de la Araucanía del gobierno, quedaron confinados a un 5% de esa superficie original.
  • Durante la Reforma Agraria del presidente Salvador Allende (1970-1973) hubo una recuperación parcial de territorios, pero el régimen militar que siguió (Augusto Pinochet, 1974-1990), ordenó nuevas destituciones.
  • La ley Indígena 19.253, promulgada en 1993 bajo el gobierno de Patricio Aylwin, legaliza la restitución, pero no de todas las tierras que reclaman los mapuches.
  • Durante el mandato de Ricardo Lagos (2000-2005) se prometió la restitución de 150.000 hectáreas, pero sólo se recuperaron alrededor de 30.000.
  • Según fuentes oficiales, entre 1994-2009 se entregaron unas 667.000 hectáreas. Pero otras organizaciones dicen que fueron apenas 94.000.

Para el investigador chileno Eduardo Mella, los mapuches son presa permanente del illkun: un estado de ira que, lejos de ser irracional o intempestivo, tiene fundamentos y razones históricas. Mapuche, en lengua mapudungun, no significa otra cosa que"gente de la tierra".

La rabia mapuche ha cobrado distintas formas. De la toma simbólica de predios privados a la reciente huelga de hambre de 88 días en las cárceles que alojan militantes comunales.

El expresar su ira también los ha llevado a los estrados judiciales acusados de crímenes como presuntos atentados contra latifundistas y funcionarios o quemas de camiones y haciendas.

Es al sur del río Bío-Bío donde el conflicto chileno-mapuche tiene su epicentro: en la región de la Araucanía, la etnia representa un tercio de la población total. Ésta es también la principal zona de explotación forestal del país y la del mayor índice de pobreza, que alcanza al 27% de los habitantes.

Un dolor inexplicable

Para llegar a la comunidad de Temucuicui Autónoma, hay que seguir la ruta hasta que el asfalto se pierde y el sendero se vuelve casi intransitable. Hay que tener, también, el visto bueno de los dirigentes comunales, que viven en estado de alerta tras la seguidilla de allanamientos que han hecho las fuerzas de seguridad, en busca de pruebas y sospechosos de atentados incendiarios.

"Siento un dolor que no sé cómo explicarle", le dice a BBC Mundo Lucía Cayul Queipul, que acaba de regresar de una audiencia judicial en la que le negaron la libertad provisional a su hijo. De sus siete hijos, seis han pasado por la cárcel.

"Nosotros asumimos esto que nos toca como parte de un proceso, por venir reivindicando derechos territoriales, culturales y políticos que el Estado nos ha tenido negados y pisoteados. Hemos alzado la voz, pero no somos responsables de los delitos que dicen, eso es parte de una persecución", afirma Jaime Huenchullán, quien estuvo preso y vivió en la clandestinidad pero hoy, tras un juicio y una absolución, está de vuelta en Temucuicui.

El tiempo que dedican a la lucha por los peñis (hermanos) presos, dice, no les deja tiempo para nada y la falta de empleo se está cobrando cuentas en el bienestar de la familia. Una caseta destartalada que huele a madera vieja, unos pocos cerdos y unas gallinas dan cuenta de ello: es todo lo que tienen.

Divididos

No todos, sin embargo, están alineados en el activismo. De hecho, Temucuicui Autónoma se escindió de su vecina, Temucuiui Tradicional, por desacuerdos en los métodos y las formas.

Manifestación mapuche

Hay quienes están cansados de la situación.

"Los mapuches siempre hemos sido atropellados por el Estado, eso es así, pero ya necesitamos la paz. Al final son sólo unos grupos los que hacen cosas de delito, nosotros no queremos más eso porque nos señalan a todos", protesta Olga Huichacura, quien decidió viajar a Temuco para participar en la marcha "Araucanía Unida por la Paz".

La división de esta comunidad, una entre las 3.000 que se sitúan en los alrededores de Temuco, es un ejemplo a pequeña escala de lo que ocurre entre los mapuches: un pueblo de múltiples voces, sin una jerarquía única, en el que hay espacio para distintas líneas de pensamiento sobre cómo deben darse los reclamos por la tierra y la identidad.

Unos eligen la intransigencia, otros aceptan alguna forma de diálogo con el mundo huinca, como llaman los mapuches a los no indígenas. El huinca es el blanco: el empresario, el terrateniente, el funcionario. Curiosamente, la traducción literal del mapudungun es "ladrón".

"Cosas atroces"

Del otro lado del sendero maltrecho por el que se accede a Temucuicui, los campos de la familia Urban también son un emblema de esta lucha. La familia, de ascendencia suizo-francesa, se instaló en la zona en 1903 y hoy don René es el encargado de liderar la explotación agropecuaria en cinco fundos de casi 700 hectáreas.

La cosmovisión mapuche considera que el hombre tiene un vínculo indisoluble con la tierra, establecido por la Creación, y observa la posesión comunitaria del territorio.

Desde 2001, los Urban denuncian haber sufrido ochenta ataques por parte de sus vecinos mapuches, pese al cuerpo policial que patrulla permanentemente sus terrenos.

"Hemos pasado por cosas atroces, como cuando le quemaron el camión a mi papá y se le quemaron las manos, cuando nos roban animales que degüellan y dejan botados en los caminos… Los niños se dan cuenta, hay que tratar de explicarles que es gente mala no más", afirma, en conversación con BBC Mundo, Héctor Urban, hijo de René y miembro de la empresa familiar.

Según Urban, muchos otros vecinos querrían denunciar afrentas, pero no se atreven. Creen que "por hablar" ellos se han convertido en una suerte de icono del enemigo para los mapuches.

"Los medianos agricultores son las víctimas más desgraciadas, porque viven en los campos con sus familias, ellos mismos los trabajan, y son por eso más vulnerables a los ataques", opina el abogado Carlos Tenorio, quien representa a Urban y otros productores ante los tribunales.

Responsabilidad estatal

Así, tanto los mapuches como los propietarios miran en la misma dirección a la hora de encontrar soluciones: el Estado.

En rigor, la disputa se remonta a más de 130 años, cuando la llamada campaña de Pacificación de la Araucanía -paradójicamente- generó choques con las comunidades originarias y, tras muchas muertes, concluyó con la erradicación de poblados enteros.

Jaime Huenchullán

"Hemos alzado la voz, pero no somos responsables de los delitos que dicen", afirma Jaime Huenchullán.

El gobierno actual de Sebastián Piñera ha prometido revisar el programa de restitución de tierras, por el que el Estado dispone de fondos para comprar terrenos y entregárselos a los indígenas. El proceso está marcado por polémicas, desde cómo definir cuál comunidad se beneficia hasta el "boom" de precios y la especulación inmobiliaria que se ha dado en la zona en disputa desde que el Estado se convirtió en parte compradora.

"Si la sociedad chilena se ha comprometido a permitir que las tierras indígenas sean ampliadas, nosotros debemos asegurar que el proceso ocurra, pero sin afectar los derechos de los propietarios, que no pueden ser presionados a vender", le dice a BBC Mundo Sebastián Donoso, coordinador de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi).

El gobierno advirtió que quedarán fuera de los subsidios y ayudas todos aquellos grupos sospechosos de recurrir a la violencia, lo que -según analistas consultados por BBC Mundo- podría aumentar las divisiones al interior del mundo mapuche.

¿Hay entonces solución a la vista para el conflicto? Será difícil de alcanzar, dicen incluso los más optimistas. Lo que está en juego, al fin de cuentas, es un recurso finito y valioso: la tierra.

lunes, 10 de enero de 2011

El Magreb se levanta contra los dictadores

Después de Túnez, Argelia se une a la revuelta popular

Mondialisation.ca

Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


Este inicio del año 2011 estará marcado por el movimiento de las revueltas populares que está sacudiendo el Magreb. Revueltas del hambre, dicen algunos, pero seguramente por la justicia y el final de las dictaduras y otros regímenes mafiosos que gobiernan estos países por la fuerza y la represión. Mientras que en Túnez prosiguen los disturbios desde hace algunas semanas, en Argelia los barrios populares de la capital y de las grandes ciudades se inflaman desde el miércoles [5 de enero] en la explosión de cólera de los jóvenes alimentada por una realidad cotidiana de lo más absurda en un país que se hunde bajo el peso de los petrodólares, de los que se apoderan abiertamente desde hace años los déspotas en el poder.

Se calcula que la juventud argelina forma más del 70 % de la población, pero en las políticas oficiales no se ofrece nada de apertura ni se ocupan seriamente de estos millones de jóvenes abandonados a su suerte sin la menor esperanza en el horizonte. Están abocados tanto a un paro endémico, a la toxicomanía y a la prostitución, a la hogra* [injusticia] y a los intentos desesperados de migración clandestina* y con frecuencia suicida, como a la indigencia, este descomunal vacío cultural y político de un país al que han abandonado el sentido común y la sal de la vida porque está asfixiado bajo las leyes del estado de emergencia, destruido por la corrupción de los gobernantes y sometido a la ignorancia y a su más fiel avatar: la intolerancia.

Saliendo a las calles para manifestarse violentamente contra sus opresores los jóvenes magrebíes ponen así al mundo por testigo de su desesperación, pero indican también su resentimiento hacia sus elites y otros dirigentes de la oposición. Esto es tanto más cierto en Argelia, donde los jóvenes se sienten dejados a su suerte y abandonados por las generaciones precedentes, la de la Revolución, que fue la gloria del país, y la de la Independencia, que nunca supo asumir el papel que era el suyo, es decir, realizar el Estado de derecho, objetivo último de la Revolución argelina.

Desde la violación de la constitución por parte del presidente Buteflika para regalarse un tercer mandato a pesar de que el balance de los dos anteriores ha sido de lo más deplorable tanto para el país entregado a los incondicionales del mercantilismo local e internacional con frecuencia sin escrúpulos, como para el pueblo sometido a unas condiciones de vida espantosas y que lucha denodadamente para sobrevivir al tiempo que es agredido por el lujo indecente que exhiben abiertamente quienes detentan el poder. La situación ha ido empeorando desde hace años pero hay que constar que al seguir humillando y despreciando al pueblo, reprimiendo la libertad de expresión, prohibiendo la apertura del campo político y mediático, garantizando la impunidad a los grandes violadores y corruptos conocidos por la opinión pública y denunciados por múltiples prevaricaciones y traiciones, el régimen de Buteflika es ya responsable de cualquier tragedia que amenace a Argelia.

El presidente ha faltado a todas sus promesas electorales, ha mentido a los argelinos y, peor, ha innovado en la mala gobernanza rodeándose de 13 o 14 ministros de su propio pueblo, con lo que vuelve a poner de moda el poder de los clanes en vez de moralizar un tanto las costumbres políticas iniciando y balizando una buena gobernanza, preludio del Estado de derecho que había prometido. El único deal [acuerdo, en inglés] que parece importarle al presidente aparte de la megalomanía y la vanidad que caracterizan a los dirigentes árabes, deal que ha ejecutado bien desde su llegada al poder, es el de bombear más petróleo para que el peculio que se reparte entre su clan y los militares sea cada vez más imponente y garante de una clientela totalmente entregada a su presidencia. Una clientela que ha elegido vivir lejos de la miseria ambiente, en unas fortalezas señoriales, ciudadelas inaccesibles con verdes extensiones y playas públicas privatizadas por “decreto” para robarlas al patrimonio público. Con el dinero del pueblo han edificado pequeños paraísos y se han convertido en los más afortunados de los millonarios porque contrariamente a los occidentales que con frecuencia se han esforzado para edificar sus fortunas, los dictadores, entre ellos los dirigentes argelinos, sólo tienen que recurrir al patrimonio público de sus países para saciar el menor de sus deseos. Una situación que el pueblo argelino ya no quiere soportar. Reivindica la dignidad humana que le ha confiscado el poder totalitario privándole de un mínimo decente para vivir, a saber, de una distribución equitativa de los recursos nacionales, el derecho a un trabajo correctamente remunerado, a una vivienda para fundar una familia y, por supuesto, esta libertad de pensar y de evolucionar serenamente. Tantas reivindicaciones que no se llevan bien con una dictadura sino que más bien exigen la instauración de un Estado de derecho .

¿Es esto en principio del fin de las dictaduras en el Magreb? La pelota está en el campo de las elites y de los políticos íntegros de estos países que deben no sólo asumir las reivindicaciones de sus pueblos sino también hacer que se escuchen no sólo en las tribunas locales sino también en la escena internacional. Una manera de hacer ver sus responsabilidades a las grandes potencias que apoyan a las dictaduras despreciando a tantos pueblos del planeta. En adelante ya no puede perdurar la negación de los derechos humanos, ni en el Magreb ni en África ni en América Latina. Los gobernantes se han puesto de acuerdo para promover, e incluso imponer, la globalización de los mercados y hoy, en 2011, los pueblos se lanzan a la globalización de la democracia.

* N. de la t.: El término utilizado por la autora es “harraguisme”, que procede de la palabra árabe “harraga” con la que se designa en el Magreb a las personas que antes de cruzar el Estrecho queman sus papeles para salir del país sin dejar rastro y dificultar así su repatriación. Por su parte, la palabra “hogra”, “desprecio” en dialecto argelino, es el término que expresa a la vez el desprecio, el abuso de poder y la injusticia de las autoridades argelinas hacia su pueblo.

Fuente: http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=22676

Un acto atroz

Fidel Castro

Una triste noticia se divulgó en la tarde de hoy desde Estados Unidos: la congresista demócrata por Arizona, Gabrielle Giffords, fue víctima de un atentado criminal mientras participaba en un acto político en su distrito electoral de Tucson. Al otro lado de la frontera se encuentra México, el país latinoamericano al que pertenecía ese territorio, cuando en una injusta guerra le fuera arrebatado más de la mitad de su extensión.

Por su árida superficie, muchos de los que emigran de México, Centroamérica y otros países latinoamericanos intentan escapar del hambre, la pobreza y el subdesarrollo a los que han sido conducidos esos pueblos por Estados Unidos. El dinero y las mercancías pueden cruzar libremente la frontera; los seres humanos, no. Sin hablar de las drogas y las armas que en una y otra dirección cruzan esa línea.

Cientos de miles de latinoamericanos, que en aquel país realizan los trabajos más duros y peor pagados, son capturados cada año y devueltos a sus puntos de partida, muchas veces separados de sus familiares más allegados. Ellos esperaban de la nueva administración una rectificación de esa política criminal e inhumana.

De acuerdo a las noticias recién llegadas, 18 personas fueron alcanzadas por las balas, y seis murieron, entre ellas, una niña de 9 años y el juez federal John Roll.

La congresista fue gravemente herida por un disparo en la cabeza. Los médicos luchaban por preservarle la vida.

Está casada con el astronauta de la NASA Mark Kelly. Fue electa por primera vez al Congreso en el 2006, a la edad de 36 años. “Es partidaria de la reforma migratoria, la investigación con células embrionarias y las energías alternativas”, medidas que detesta la extrema derecha.

Había sido reelecta como representante demócrata en las pasadas elecciones.

Preguntado su padre por la prensa si tenía enemigos, respondió: “Todo el Tea Party“.

Se conoce que la ex candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos en las elecciones del 2008 y líder del Tea Party, Sarah Palin, publicó en su sitio web como objetivo para los seguidores de su partido, un mapa del distrito congresional de 20 de los representantes que habían apoyado la propuesta de reforma de salud del presidente Obama, y los tenía marcados con la mirilla de un fusil.

El contrincante de la congresista Gabrielle Giffords, era un ex marino que en la campaña electoral apareció con un fusil M-16 en un mensaje, cuyo contenido según se informa era: “Ayuda a sacar a Gabrielle Giffords…Dispara el cargador completo de un M-16 automático con Jesse Kelly.”

En marzo de 2010 la oficina electoral de Gabrielle fue atacada. Ella declaró que cuando la gente hacía eso se tiene que dar cuenta de sus consecuencias; los líderes políticos deben reunirse y decir el límite.

Cualquier persona sensata podría preguntarse si un hecho como este ocurrió en Afganistán o en un distrito electoral en Arizona.

Obama declaró textualmente: “Es una tragedia incalificable, un número de estadounidenses fueron baleados…”.

“Y mientras seguimos investigando, sabemos que algunos han fallecido y que la representante Giffords está gravemente herida…”.

“Aún no tenemos todas las respuestas. Lo que sabemos es que un acto de violencia tan insensato y terrible no tiene cabida en una sociedad libre…”.

“Pido a todos los estadounidenses unirse a mi y a Michelle para tener a la congresista Giffords, las víctimas de esta tragedia y sus familias presentes, en nuestras oraciones.”

Es relativamente dramática y bastante triste su apelación. Hasta los que no compartimos en absoluto sus ideas políticas o filosóficas, deseamos sinceramente que no mueran niños, jueces, congresistas, ni ciudadano alguno de Estados Unidos de forma tan absurda e injustificable.

Es triste recordar que en el mundo están perdiendo la vida cada año muchos millones de personas, como consecuencia de guerras absurdas, pobreza, hambrunas crecientes y deterioro al medio ambiente, promovida por las naciones más ricas y desarrolladas del planeta.

Nos gustaría que Obama y el Congreso de Estados Unidos compartieran con los demás pueblos esas preocupaciones.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2011/01/09/un-acto-atroz/

domingo, 9 de enero de 2011

La cara oculta del misticismo lamaísta

La lucha “por la liberación del Tíbet”

El Ciudadano


Occidente -y con occidente se quiere decir la hegemonía neoliberal tributaria de la Casa Blanca- acostumbra a mistificar los procesos históricos reales eliminando, justamente, su historia.

El apoyo de la mayoría de los gobiernos mundiales, junto a un despliegue mediático apologético en donde Hollywood ha jugado un rol protagónico, ha posicionado al Dalai Lama y su lucha “por la liberación del Tíbet” como la panacea de la justicia y la espiritualidad pacifista.

Ha bastado que famosos actores comerciales como Richard Gere y Sharon Stone dieran un espaldarazo al decimocuarto Dalai para que la cosmética imagen del oriente “espiritual” se patentara como signo de la lucha mundial en contra de la opresión totalitaria.

Sin embargo, en este clima de fervoroso apoyo a la liberación del Tíbet pocas veces se tiene en cuenta la real historia de esta provincia china, marcada por la represión, la tortura y un feudalismo teocrático sumamente explotador. Poco le importaron al Comité Noruego del Premio Nobel las permanentes violaciones de los derechos humanos realizadas bajo el gobierno del Dalai Lama, violaciones que incluían amputaciones de narices y ojos, entre otras, al otorgarle el Premio de la Paz en 1989.

El clero y la lucha de clases en el antiguo Tíbet

El Tíbet previo a la ocupación china funcionaba bajo un sistema teocrático feudal basado principalmente en una servidumbre de la mayor parte de la población bastante parecida a la esclavitud. Más del 90% de la sociedad eran siervos sin tierras, las cuales eran en su gran mayoría propiedad del clero monacal. La clase dominante estaba constituida por un reducido grupo de monjes provenientes de la aristocracia, mientras que la mayoría del pueblo oprimido eran campesinos y monjes de menor rango.

“Esta desigualdad económica, determinada por la clase, dentro del clero tibetano, era muy parecida a la del clero cristiano en Europa medieval. Junto con el clero superior, se beneficiaron los dirigentes laicos. Un ejemplo notable fue el comandante en jefe del ejército tibetano, que poseía 4.000 kilómetros cuadrados de tierra y 3.500 siervos. También era miembro del gabinete laico del Dalai Lama”, señala el historiador estadounidense Michael Parenti en el ensayo “Tíbet. Un infierno bajo la teocracia y el feudalismo”.

De una población de 1.250.000 personas en 1953, 700.000 eran siervos. Vivían como propiedad de sus “señores”, quienes regulaban de facto sus vidas. La expectativa de vida era de 35 años, mientras que la mortalidad infantil era de un 43%. Las jornadas en las faenas eran de 16 a 18 horas diarias. Más del 95% de los tibetanos eran analfabetos. No existían ni escuelas ni hospitales. Mucho menos electricidad. Pero sí una agobiante carga impositiva.

“Pagaban impuestos por casarse, por el nacimiento de cada hijo y por cada muerte en la familia. La gente pagaba impuestos por ir a prisión y por su liberación. Incluso los mendigos pagaban impuestos. Los que no podían encontrar trabajo pagaban impuestos por no tenerlo, y si viajaban a otra aldea en busca de trabajo, pagaban un impuesto por derecho de tránsito. Cuando la gente no podía pagar, los monasterios le prestaban el dinero con un interés de entre un 20 y un 50 por ciento. Algunas deudas pasaban de padres a hijos y a nietos. Los deudores que no podían pagar sus compromisos podían ser esclavizados durante todo el tiempo exigido por el monasterio, algunas veces por el resto de sus vidas”, sostiene Michael Parenti.

Por otro lado, las torturas eran una práctica sistemática en este despotismo teocrático. Era común la amputación de extremidades (fotografía), ojos, narices y bocas por delitos comunes. Varios monasterios tenían sus propias cárceles privadas, donde se aplicabas arbitrarias condenas a los campesinos, además de torturas. Ni hablar de las condiciones generales de vida de los tibetanos comunes, acostumbrados a la más precaria de las existencias.

“El sistema feudal impedía el desarrollo de las fuerzas productivas. No permitía el uso de arados de hierro, extraer carbón, pescar, cazar, ni hacer innovaciones sanitarias de ningún tipo. No había comunicaciones ni comercio ni ninguna industria por elemental que fuera. Mil años atrás, cuando se introdujo el budismo, se calcula que en Tíbet vivían diez millones de personas, pero en 1950 sólo quedaban dos o tres millones”, describe Sara Flounders, militante del Workers World Party y co-directora del International Action Center, en el articulo “La CIA y el Dalai Lama”.

El Gobierno en el exilio y la conexión con la CIA

Los revolucionarios chinos llegaron al Tíbet en 1951, reivindicando el “techo del mundo” como un protectorado, nada nuevo en realidad ya que eso era hace más de 700 años. A diferencia del mito popular, la ocupación comunista no fue realizada a través de una invasión del territorio, sino a través de un programa paulatino de transformación del sistema económico y político. De hecho, se mantuvo al Dalai Lama en el gobierno, reservando para China el control militar y el derecho exclusivo de conducir las relaciones exteriores.

“Si Tíbet se integraba en la República Popular de China, el gobierno de propietarios de siervos (llamado ‘kashag’) podría seguir gobernando durante un tiempo bajo la dirección del gobierno central popular. Los comunistas no abolirían las prácticas feudales ni tomarían medidas contra la religión hasta que el pueblo no apoyase los cambios revolucionarios.

El gobierno feudal aceptó la propuesta y firmó el Acuerdo de 17 puntos que reconocía la soberanía china y se aplicaba en las zonas sometidas al ‘kashag’ y no en otras zonas tibetanas donde vivía la mitad de la población. El 26 de octubre de 1951 el Ejército Popular de Liberación entró pacíficamente en Lasha bajo el mando del general Zhang Guojua”, explica Flounders.

Pero los “señores” y lamas no confiaban en los comunistas chinos, quienes podían cambiar radicalmente las relaciones productivas dentro de los feudos. En 1956, bandas armadas reclutadas por la teocracia y subvencionadas por la CIA empezaron a asediar al Ejército Popular de Liberación de China, sin mayores resultados. Cerca de 1.700 mercenarios tibetanos fueron entrenados en campos militares estadounidenses ad hoc.

Viendo sus privilegios en peligro, “su santidad” partió al extranjero junto con gran parte de la aristocracia, creando en la ciudad india de Dharamsala un “gobierno en el exilio” financiado por la Casa Blanca con 1,7 millones de dólares anuales hasta los noventa al menos. El propio Dalai era un agente de la CIA con un sueldo de 180.000 dólares anuales.

El Tíbet y su relación con los nazis

En 1996 se estrenó la película “7 años en el Tíbet”, en la que un internacionalmente reconocido Brad Pitt encarnaba a Heinrich Harrer, alpinista austriaco que vivió entre 1944 y 1951 en Lasha, capital del Tíbet.

Condecorado con la “luz de la verdad” por el gobierno en el exilio en recompensa de su campaña internacional por el “Tíbet libre”, y amigo personal del propio Dalai Lama, Harrer logró mantener por décadas oculto su pasado de militante nazi.

En el libro que escribió Herrer, homónimo de la película, el austriaco se presenta a sí mismo como un eximio montañero guiado por simples intereses deportivos de explorar el Diamir, una de las caras del Nanga Parbat, la novena cumbre más alta del mundo. Sin embargo, los nexos entre el Tercer Reich y el gobierno de los lama sugiere algo distinto.

En 1939, una expedición de la SS comandada por Ernst Schäfer, zoólogo alemán, y patrocinada por Himmler, quien sentía gran admiración por el misticismo tibetano, permaneció dos meses en Lasha. Dentro de los objetivos de la misión estaba la comprobación científica de si los tibetanos eran los arios del norte, pensando sumar aliados en la expansión por oriente y la confrontación con los ingleses en la India.

Por eso es difícil pensar que Harrier estuviera motivado sólo por intereses deportivos, en especial si se tiene en cuenta el gran aprecio que sentía Hitler por el alpinista.

Fuente: http://www.librered.net/?p=2982